¿de que hablamos?

¿De qué hablamos cuando hablamos de cultura?

Tenemos ministros de Cultura, delegados de Cultura, concejales de Cultura, todos organizando eventos culturales empeñados en mejorar la cultura del pueblo. Pero ¿qué entienden por cultura? Generalmente, para estos grupos, cultura son las manifestaciones artísticas, intelectuales y religiosas de los grupos políticos, religiosos o económicos dominantes. Los que aceptan estas manifestaciones elitistas son personas «cultas», las que no las comparten, «incultas» o, a lo más, pertenecen a una subcultura o cultura popular. Para otros, cultura se identifica con educación formal, de manera que cuantos más años en las aulas, cuantos más títulos universitarios se tengan, más culto se es. También, con frecuencia, cultura se identifica con mera acumulación de información, una persona que ha leído mucho o que sabe repetir de corrillo la lista de los treinta y dos reyes visigodos o las capitales, montes y ríos de los países europeos, es más culta que una que no puede hacerlo. Cultura también se suele definir según los intereses de cada persona: un economista hablará de cultura capitalista y socialista, una persona para quién la religión significa algo, positiva o negativamente, hablará de cultura cristiana, cultura islámica, cultura budista o cultura laica, y el político, de cultura democrática, teocrática o militarista. Se habla de cultura machista, cultura feminista, cultura del ocio, cultura lingüística, cultura musical, etc.

Pero ¿qué es la cultura? Todos los aspectos arriba mencionados son correctos pero incompletos, pues la cultura es todo esto y mucho más. Toda práctica humana, material o no material, que supere la actividad puramente instintiva es una práctica cultural. Sólo el hombre pensante es un ser culto pues, como decía Carl Marx «lo que distingue al peor arquitecto de la mejor abeja es que el arquitecto erige la estructura en su imaginación antes de construirla en la realidad». No hay hombres cultos e incultos, como no hay sociedades más cultas o menos cultas. Todo individuo humano vive en un sociedad que ha ido desarrollando e interrelacionando aquellos elementos no materiales y materiales que ha considerado necesarios para su supervivencia y desarrollo. Entre los elementos no materiales se incluyen valores, creencias, normas, costumbres, tradiciones, lengua, formas de gobierno y sistemas económicos, y entre los materiales, todos los objetos físicos y artefactos que sirven como instrumentos de la cultura y como símbolos de sus valores.

El tener ideas claras sobre lo qué es la cultura es esencial hoy, cuando en Europa, asustada por la llegada de miles de emigrantes de otras culturas, se plantea qué relación debe haber entre la cultura autóctona europea, si es que tal cosa existe, y las nuevas culturas, y así, se habla de multiculturalidad interculturalidad, transculturalidad, inculturación, etc. Dejando aparte esta terminología tan poco afortunada, tenemos en Europa, cuatro maneras de hacer frente al reto de las nuevas culturas que, peyorativamente se dice, nos invaden: a) cerrándoles las puertas para que no entren (racismo) ; b) permitiéndoles que entren, y marginarlas de manera que formen distintos guetos culturales, al servicio de la cultura superior dominante (etnocentrismo); c) permitiéndoles que entren, pero forzándoles a asimilarse a nuestra cultura, de manera que dejen de ser lo que son para que se conviertan en lo que somos (colonialismo); y d) permitiéndoles que entren y, aceptando su diversidad como algo positivo, permitirles que poco a poco se vayan integrando en nuestra cultura, aportando nuevos elementos que la pueden enriquecer. Toda cultura, como expresión de lo humano, debe estar, como la vida misma, en permanente proceso de crecimiento. Una cultura estática se corrompe y muere, quedando solo como un fósil para estudio de futuras generaciones. La única postura inteligente para el hombre ante otras culturas es abrirse a ellas, reconociendo que el «otro», precisamente por ser «otro» distinto, posee riquezas de las que su propia cultura carece, y con las que, integrándolas, podría evolucionar, acercándose más al ideal de la unidad en la diversidad, como lo entendían los sabios griegos, quienes, tomando como ejemplo la diversidad de cuerpos celestes en el cosmos, definían la belleza como la armonía y proporción de las partes dentro de una unidad.

Unidad, como ciudadanos, en obligaciones y derechos civiles, políticos y sociales, y diversidad en las formas de expresar cada uno sus valores personales, es la única forma realmente humana de afrontar el problema de la diversidad cultural. La total homogeneización cultural es la es la peor de las dictaduras, pues busca someter los más íntimo del ser humano.

Fuente: Diario Córdoba

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